Hoy os dejo un artículo que nos muestra
de una forma amena y hermosa los acontecimientos florísticos que se están
produciendo ahora mismo en nuestros campos con la llegada de las primeras
lluvias otoñales.
El artículo, cuyo título es Con Septiembre vuelven las flores fue
publicado el 23-9-2006 en el semanario “Vegas Altas y la Serena”, siendo el autor Pedro Escobar García, joven investigador extremeño formado en la Universidad de
Extremadura, el Real Jardín Botánico de Madrid y la Universidad de Viena, y que
actualmente realiza su actividad investigadora en Viena (Museo de Ciencias
Naturales y en la Universidad). Entre sus obras más relevantes cabe destacar el
libro “La Serena y Sierras Limitrofes Flora y Vegetación”, junto a Trinidad Ruiz Téllez y José Luis Pérez Chiscano, y su tesis titulada “Filogenia de la alianza genérica de Malva: un enfoque molecular”, de la cual han surgido importantes artículos científicos. Sin más os dejo con el
artículo que espero que disfrutéis tanto como yo lo he hecho.
Con
Septiembre vuelven las flores
Llegan
las primeras lluvias de Septiembre, y con ellas una actividad frenética,
silenciosa y totalmente invisible ha comenzado en nuestros campos. En las
sierras de las Vegas Altas y en los Llanos de la Serena cientos de miles de
pequeños bulbos han escuchado el pistoletazo de salida que marca el inicio de
una gran carrera: desarrollarse y florecer. Hacia mediados de Septiembre, y prolongándose durante unas
pocas semanas, las praderas todavía agostadas de Extremadura se cubrirán de
flores. Blancas, rosas, amarillas o lilas, antes de que los campos verdeen de
nuevo y las ovejas merinas puedan deambular de aquí para allá disfrutando de
los brotes tiernos de la grama cebollera y de los tréboles.
El clima mediterráneo extremo de nuestra
región es una durísima prueba para las flores silvestres. Sólo durante unos
pocos meses al año la humedad permite el crecimiento vegetal, dado que a partir
de mediados de Junio, la sequedad y el calor asfixiante impiden el desarrollo
de la gran mayoría de las plantas. Algunas de ellas se han adaptado a nuestro
clima produciendo bulbos, rizomas o raíces engrosadas. De esta manera, tras un
breve periodo de tiempo en que crecen, florecen y producen sus semillas,
pierden sus partes aéreas y duermen profundamente en las entrañas del suelo
esperando de nuevo la temporada favorable para crecer. La mayoría de estas
plantas bulbosas silvestres inician su ciclo vital produciendo hojas en otoño,
tras lo cual florecen a finales del invierno o en la primavera temprana. Pero aproximadamente
una docena de ellas florecen tras los calores estivales para luego, en otoño e
invierno, desarrollar hojas y frutos. Desde mediados de primavera estas plantas
esperarán dormidas en el suelo a que lleguen de nuevo, por la Virgen de
Guadalupe, las primeras lluvias que son la señal de que deben despertar, de que
deben florecer rápidamente, antes de que todas las demás hierbas comiencen a
crecer en los prados.
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Narcissus serotinus en La Isla del Zujar, Badajoz. 12/8/2008 |
Estas plantas están ahora mismo
produciendo raíces y en un par de semanas más brotarán y cubrirán los campos
con sus flores. La más llamativa de todas ellas el el narciso de otoño (Narcissus serotinus), una pequeña
especie de junquillo oloroso de color blanco, que huele a jazmín y cubre los
campos de la Serena a finales de Septiembre. Las poblaciones pueden ser tan
copiosas que se extienden decenas de metros, tapizando el suelo con sus
perfumadas corolas blancas. Junto a los narcisos florece también una minúscula
especie de campanilla, la campanilla de otoño (Leucojum autumnale), con ramilletes de blancas flores péndulas que
oscilan al menor soplo de brisa. Un pequeño jacinto sin olor (Scilla autumnalis), de flores rosadas,
las acompaña en su despliegue, a los que se unen tempranamente los
quitameriendas (Merendera filifolia)
de color lila, o los venenosos cólquicos (Colchicum
lusitanum), parecidos en aspecto pero de mayor tamaño.
La mayor de estas plantas es la cebolla
albarrana (Urginea maritima), un
miembro de la familia de los jacintos que produce grandes racimos erguidos de
flores blancas, que a menudo superan el metro de altura. Sus grandes hojas
verdes son visibles durante el invierno y la mayor parte de la primavera, y
permanecen intactas, dado que el ganado las evita porque son tóxicas. Si
alguien ha intentado abrir uno de los gruesos bulbos (superan los veinte
centímetros de diámetro) se habrá encontrado con la desagradable sorpresa de
ver sus manos irritadas por el jugo urticante que contienen.
Los ranúnculos de otoño (Ranunculus bullatus) tapizan las
vaguadas y los suelos más arcillosos de nuestro territorio. Producen una
sucesión de flores amarillas a partir de finales de Septiembre, y aparecen como
grandes parches dorados sobre el terreno. En esta época florece también el
pequeño cardo ajonjero (Chamaeleon
gummifer), que produce grandes cabezuelas espinosas de flores lilas a ras
de suelo, para goce de las hambrientas abejas y abejorros. Al igual que las
campanillas y los narcisos de otoño, esta planta, de gruesos tallos
subterráneos, produce hojas en invierno y primavera que mueren a comienzos de
verano. Esta planta es respetada por el ganado, y no sólo por sus feroces
espinas, sino también por el látex amargo que exuda a la menor herida.
Además de estas y los archiconocidos crisantemos,
existen otras plantas que florecen en otoño, como el tanaceto (Tanacetum microphyllum), que produce
pequeñas cabezuelas amarillas que huelen a alcanfor, o la mandrágora (Mandragora autumnalis), que aparece de
vez en cuando en nuestros suelos arcillosos. Se trata de una planta tóxica de
uso en brujería, a la que se le suponían terribles poderes de origen diabólico.
Para extraer del suelo sus raíces antropomorfas solía usarse un perro negro,
con el fin de que la maldición asociada con la destrucción de una de estas
plantas cayera sobre el animal y no sobre la bruja o curandera que la usaría
más tarde en sus pócimas. Es posible ver sus flores malvas en las afueras de
Don Benito o en Malpartida de la Serena, desde finales de Septiembre.
Efectivamente, la mayoría de estas
plantas de floración otoñal son tóxicas. El hecho de ser las primeras en crecer
tras el verano les otorga la ventaja de no tener competidores en los campos,
pero las expone de manera más acusada a los depredadores, que en muchos casos
llevan ya bastante tiempo sin nada verde que echarse a la boca. Es por ello que
necesitan un medio de protección, y como las plantas no pueden correr al ver
acercarse una oveja, o un escarabajo hambriento, lo que hacen es desarrollar
todo un arsenal químico de venenos, jugos amargos e irritantes con los que
disuadir a los animales de comérselas.
En Septiembre, con las primeras lluvias,
retorna la vida a nuestros campos, y con ella, avanza un año más el eterno
ciclo de la naturaleza. El próximo domingo cuando vayan al campo, prueben a
echar un vistazo entre la hierba seca, seguro que descubrirán, empezando a
asomar entre los restos del verano, alguna de estas hermosas florecillas.
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